El botulismo es un conjunto de síntomas y signos causado por toxinas producidas por bacterias pertenecientes al género Clostridium. Es una enfermedad infrecuente que puede llegar a ser mortal sin el cuidado adecuado. La incidencia y la mortalidad de esta enfermedad han bajado mucho desde el siglo pasado gracias a las mejoras en la salud pública, legislación alimentaria y tratamientos disponibles, pero aun así siguen declarándose algunos casos todos los años. Analizaremos en este artículo qué es el botulismo, cómo se produce, cómo podemos evitarlo y qué tratamientos hay disponibles.
El botulismo es la enfermedad causada por la toxina sintetizada por la bacteria Clostridium botulinum o, menos frecuentemente, por Clostridium butirycum, C.sporogenes o C.baratii. Son bacterias capaces de producir esporas, una forma de resistencia que le permite resistir incluso la temperatura de ebullición del agua. Destruir las esporas de Clostridium spp requiere tratamientos a altas temperaturas y muchas veces, más que matar la espora que contamina un alimento, se opta por controlar las condiciones para que la espora no pueda dar lugar a una bacteria viva: por ejemplo, controlar la acidez o cantidad de sal de un alimento impide el desarrollo de bacterias a partir de la espora.
El botulismo surge por la actividad de la toxina en el cuerpo: es una intoxicación, no una infección. De hecho, ni siquiera es estrictamente necesario el contacto con bacterias vivas para sufrir botulismo, basta el contacto con la toxina. El botulismo puede adquirirse a través de las siguientes vías:
Para entender el botulismo iatrogénico debemos entender antes el mecanismo de acción de la toxina botulínica, cómo se ha podido aprovechar y qué cuidados hay que tener en su uso.
La toxina botulínica, ya sea ingerida, inhalada o sintetizada en el interior del organismo, circula en la sangre hasta llegar a las terminaciones de las neuronas involucradas en procesos de contracción muscular. La toxina es capaz de entrar en la neurona, pero solo en las neuronas periféricas; no actúa en el sistema nervioso central.
Una vez dentro de la neurona, la toxina botulínica impide la liberación de acetilcolina, que es la sustancia responsable de iniciar el proceso bioquímico que contrae los músculos. Sin acetilcolina los músculos no pueden contraerse, no pueden hacer fuerza ni generar movimientos de ningún tipo. Aparece entonces una parálisis flácida que causa problemas para enfocar la vista, dificultad para tragar, dificultad para hablar, retención urinaria o incluso dificultad para respirar que puede llegar a ser mortal.
Curiosamente, es esta parálisis la que nos interesa aprovechar en los tratamientos antiedad a base de Botox®. El Botox® no es más que la toxina botulínica tipo A purificada y preparada para inyectar controladamente en ciertas zonas del rostro, de forma de inducir una relajación y parálisis de los músculos faciales que se traduce como un alisamiento de las arrugas. También se aprovecha esta relajación tan potente para tratar problemas musculares importantes, como la rigidez muscular que se produce después de una embolia o en pacientes con parálisis cerebral. Ahora bien, todos estos tratamientos deben ser aplicados por personal sanitario cualificado, ya que solo se quiere inducir relajación en ciertos músculos; un error en la aplicación puede permitir la diseminación de la toxina y la aparición de un cuadro de botulismo iatrogénico.
Los síntomas de una intoxicación por toxina botulínica pueden variar según el paciente y la vía de ingreso de la toxina. Por ejemplo, la ingestión de toxina puede causar vómitos y diarreas, mientras que la inyección de toxina no los causa. Lo que sí tienen en común los diferentes cuadros es la aparición de síntomas relacionados con parálisis musculares varias: debilidad muscular, problemas para enfocar la visión, caída de los párpados, dificultad para respirar… no dudes en contactar a un médico frente a estos síntomas, porque los farmacéuticos no disponemos de medicamentos que podamos dispensar sin receta para aliviar estos síntomas y el botulismo requiere cuidado médico rápido para evitar daños mayores.
El tratamiento de la intoxicación por toxina botulínica tiene dos grandes pilares:
Los antibióticos solamente son de utilidad cuando la toxina botulínica se produce durante una infección activa, como pueden ser los casos de heridas contaminadas con Clostridium spp. Si el botulismo se produce por exposición a la toxina, los antibióticos no son efectivos y el tratamiento se basa en antitoxina y soporte.
Algunas medidas que nos pueden servir para prevenir el botulismo son:
No disponemos de vacuna contra el botulismo aún, y tampoco se genera inmunidad a largo plazo por haber pasado la intoxicación. Por estos motivos, la lucha contra el botulismo sigue basándose en la prevención: estas sencillas reglas pueden evitar una intoxicación y una estancia en el hospital.
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