El botulismo es un conjunto de síntomas y signos causado por toxinas producidas por bacterias pertenecientes al género Clostridium. Es una enfermedad infrecuente que puede llegar a ser mortal sin el cuidado adecuado. La incidencia y la mortalidad de esta enfermedad han bajado mucho desde el siglo pasado gracias a las mejoras en la salud pública, legislación alimentaria y tratamientos disponibles, pero aun así siguen declarándose algunos casos todos los años. Analizaremos en este artículo qué es el botulismo, cómo se produce, cómo podemos evitarlo y qué tratamientos hay disponibles.

¿Qué es exactamente el botulismo?

El botulismo es la enfermedad causada por la toxina sintetizada por la bacteria Clostridium botulinum o, menos frecuentemente, por Clostridium butirycum, C.sporogenes o C.baratii. Son bacterias capaces de producir esporas, una forma de resistencia que le permite resistir incluso la temperatura de ebullición del agua. Destruir las esporas de Clostridium spp requiere tratamientos a altas temperaturas y muchas veces, más que matar la espora que contamina un alimento, se opta por controlar las condiciones para que la espora no pueda dar lugar a una bacteria viva: por ejemplo, controlar la acidez o cantidad de sal de un alimento impide el desarrollo de bacterias a partir de la espora.

El botulismo surge por la actividad de la toxina en el cuerpo: es una intoxicación, no una infección. De hecho, ni siquiera es estrictamente necesario el contacto con bacterias vivas para sufrir botulismo, basta el contacto con la toxina. El botulismo puede adquirirse a través de las siguientes vías:

  • Ingestión de toxina botulínica. Es la más frecuente. Se produce cuando un alimento se ha contaminado con toxina botulínica y se consume sin cocinar, o se consume cocinado a temperaturas menores a 85ºC. Por debajo de 85ºC la toxina mantiene su estructura y su capacidad de hacer daño, mientras que por encima de esta temperatura se destruye y se inactiva. Esta vía suele asociarse a la ingestión de conservas caseras mal preparadas.
  • Ingestión de bacterias o de esporas. Es más frecuente en los niños pequeños y bebés, ya que el sistema inmune infantil es más proclive a permitir el desarrollo de esporas y bacterias capaces de sintetizar la toxina botulínica que el sistema inmune de un adulto. Se relaciona con el contacto con tierra contaminada con la bacteria y con el consumo de miel a edad muy temprana.
  • Inhalación de bacterias o esporas. Es una vía muy poco frecuente. Es la que vía que se podría utilizar, teóricamente, en un ataque de bioterrorismo (por suerte aún no se ha llevado a la práctica).
  • Ingreso a través de heridas de bacterias o esporas. Es la vía de contagio que se puede ver en usuarios de drogas intravenosas. La intoxicación aparece cuando los productos que utilizan están contaminados con esporas de Clostridium spp que, una vez entran en el torrente sanguíneo, generan bacterias capaces de sintetizar toxina botulínica.
  • Iatrogénico. Es el botulismo que aparece cuando la toxina botulínica de uso medicinal o estético se aplica mal a un paciente. En este caso no hay ninguna interacción con bacterias, solo con la toxina purificada.

Para entender el botulismo iatrogénico debemos entender antes el mecanismo de acción de la toxina botulínica, cómo se ha podido aprovechar y qué cuidados hay que tener en su uso.

¿Cómo actúa la toxina botulínica en el organismo?

La toxina botulínica, ya sea ingerida, inhalada o sintetizada en el interior del organismo, circula en la sangre hasta llegar a las terminaciones de las neuronas involucradas en procesos de contracción muscular. La toxina es capaz de entrar en la neurona, pero solo en las neuronas periféricas; no actúa en el sistema nervioso central.

Una vez dentro de la neurona, la toxina botulínica impide la liberación de acetilcolina, que es la sustancia responsable de iniciar el proceso bioquímico que contrae los músculos. Sin acetilcolina los músculos no pueden contraerse, no pueden hacer fuerza ni generar movimientos de ningún tipo. Aparece entonces una parálisis flácida que causa problemas para enfocar la vista, dificultad para tragar, dificultad para hablar, retención urinaria o incluso dificultad para respirar que puede llegar a ser mortal.

Curiosamente, es esta parálisis la que nos interesa aprovechar en los tratamientos antiedad a base de Botox®. El Botox® no es más que la toxina botulínica tipo A purificada y preparada para inyectar controladamente en ciertas zonas del rostro, de forma de inducir una relajación y parálisis de los músculos faciales que se traduce como un alisamiento de las arrugas. También se aprovecha esta relajación tan potente para tratar problemas musculares importantes, como la rigidez muscular que se produce después de una embolia o en pacientes con parálisis cerebral. Ahora bien, todos estos tratamientos deben ser aplicados por personal sanitario cualificado, ya que solo se quiere inducir relajación en ciertos músculos; un error en la aplicación puede permitir la diseminación de la toxina y la aparición de un cuadro de botulismo iatrogénico.

¿Qué síntomas causa el botulismo?

Los síntomas de una intoxicación por toxina botulínica pueden variar según el paciente y la vía de ingreso de la toxina. Por ejemplo, la ingestión de toxina puede causar vómitos y diarreas, mientras que la inyección de toxina no los causa. Lo que sí tienen en común los diferentes cuadros es la aparición de síntomas relacionados con parálisis musculares varias: debilidad muscular, problemas para enfocar la visión, caída de los párpados, dificultad para respirar… no dudes en contactar a un médico frente a estos síntomas, porque los farmacéuticos no disponemos de medicamentos que podamos dispensar sin receta para aliviar estos síntomas y el botulismo requiere cuidado médico rápido para evitar daños mayores.

¿Cómo se trata el botulismo?

El tratamiento de la intoxicación por toxina botulínica tiene dos grandes pilares:

  • Utilización de la antitoxina botulínica. Esta antitoxina es un anticuerpo de origen equino que bloquea la acción de la toxina en las neuronas. No puede aliviar el daño ya hecho, pero sí puede prevenir que la toxina inflija más daño. Solo está disponible en hospitales; no puede administrarse desde un centro de salud primaria.
  • Acompañamiento del paciente. Dependiendo de la severidad del caso se necesitarán diferentes medidas. Podemos incluir aquí la sonda nasogástrica para alimentarse si hay disfagia, ventilador mecánico si el paciente no puede respirar correctamente, o rehabilitación para recuperar las funciones afectadas por el botulismo.

Los antibióticos solamente son de utilidad cuando la toxina botulínica se produce durante una infección activa, como pueden ser los casos de heridas contaminadas con Clostridium spp. Si el botulismo se produce por exposición a la toxina, los antibióticos no son efectivos y el tratamiento se basa en antitoxina y soporte.

¿Cómo se puede prevenir el botulismo?

Algunas medidas que nos pueden servir para prevenir el botulismo son:

  • Extremar los cuidados en la preparación de conservas caseras. Asegurar la cocción de los alimentos y la esterilización de los envases son dos pasos esenciales para evitar el botulismo.
  • No utilizar alimentos enlatados que estén hinchados. El volumen de una lata cambia por la presencia de gas, gas que proviene de bacterias viviendo en su interior y que pueden haber sintetizado toxina botulínica.
  • Evitar la miel cruda en los menores de un año. La miel envasada puede presentar esporas que, en el intestino aún inmaduro de los niños pequeños, regeneran las bacterias que pueden causar botulismo. Es mejor esperar al año para que los niños coma la miel cruda: mientras tanto pueden comer cosas con miel que hayan sido bien cocinadas, como las galletas o las papillas que se comercializan con miel incluida.
  • Extremar las precauciones a la hora de escoger quién nos hará un tratamiento estético basado en toxina botulínica. Solo los médicos titulados (licenciados o graduados en Medicina) están autorizados para inyectar toxina botulínica, y deben hacerlo en un centro médico autorizado para trabajar con este medicamento. El tratamiento con Botox® no es un tratamiento que pueda aplicar una esteticien ni un esteticista en un centro de estética, ni siquiera los profesionales de otras profesiones sanitarias que pueden “pinchar” (odontología, enfermería, etc) están habilitados para aplicar botox. ¿Por qué? Porque la toxina botulínica mal puesta puede causar serios problemas, y no solo hay que saber aplicarla bien, sino también hay que saber reconocer los accidentes y tener los medios y conocimientos para tratarlos a tiempo.

No disponemos de vacuna contra el botulismo aún, y tampoco se genera inmunidad a largo plazo por haber pasado la intoxicación. Por estos motivos, la lucha contra el botulismo sigue basándose en la prevención: estas sencillas reglas pueden evitar una intoxicación y una estancia en el hospital.

 

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