La amoxicilina es uno de los antibióticos más recetados: en el sistema público de salud ha llegado a casi el 50% del consumo de antibióticos entre los medicamentos con amoxicilina y con amoxicilina-ácido clavulánico. También es de los más demandados en el mostrador para dolor dental o dolor de garganta.
¿Cómo funciona? ¿Cuándo puede utilizarse? ¿Qué pasó para que cambiara la forma en la que se accede al famoso antibiótico?
Es un antibiótico que pertenece al grupo de los beta-lactámicos. No es el más antiguo del grupo: el primer beta-lactámico que se utilizó fue la penicilina G, un antibiótico de origen natural. Como la penicilina G se destruye con el ácido estomacal solamente puede inyectarse, cosa bastante incómoda. Fue necesario modificar la penicilina para crear una nueva molécula capaz de administrarse por vía oral: nace la amoxicilina.
Tiene varias ventajas, además de resistir el ácido estomacal:
Pero como es un poquito menos efectiva que la propia penicilina G frente a ciertas bacterias y penetra menos en el cerebro y otros lugares corporales, ambos medicamentos siguen teniendo un lugar en la lucha contra las infecciones.
Se puede utilizar para muchos tipos de infección:
Pero la amoxicilina no se usa para todas las infecciones. Si un paciente tiene una infección que no suele responder bien a la amoxicilina, o si se sospecha que la bacteria causante puede ser resistente, el médico recetará otro antibiótico. Existen guías que recogen información sobre la evolución de infecciones en un medio social determinado y se actualizan regularmente para que los médicos puedan optimizar la prescripción de antibióticos como la amoxicilina.
Es verdad que, hace no tantos años, la amoxicilina se dispensaba con cierta facilidad sin receta. Pero cada vez es más difícil encontrar quién la venda (por no decir imposible) y esto se debe al gran problema de resistencias a los antibióticos.
Cuanto más usamos la amoxicilina más fácil es que aparezcan bacterias resistentes a este antibiótico. Además, es muy, muy difícil encontrar antibióticos nuevos que maten bacterias resistentes a los antibióticos que ya conocemos. Así que, en vez de utilizar la amoxicilina “por si acaso hay una bacteria”, ahora se reserva la amoxicilina para cuando está claro que hay una bacteria y la amoxicilina es realmente beneficiosa. Esta necesidad la valora un médico (o dentista) en el caso de los humanos, y un veterinario en el caso de los animales.
Aunque a veces pueda parecer “obvio” que hace falta un antibiótico, hay situaciones que pueden justificar un tratamiento diferente, o un antibiótico diferente a la amoxicilina; de ahí que los farmacéuticos insistimos tanto en dispensarla sólo con receta. En la farmacia podemos ayudarte a valorar tu cuadro, a decidir si puedes tratarlo con productos que no son amoxicilina, o podemos identificar que es necesaria la intervención de un médico y derivarte.
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