La piel de los pacientes oncológicos es una piel sensibilizada por los tratamientos que está recibiendo, tanto por la quimioterapia como por la radioterapia. Cada tratamiento presenta sus efectos adversos: algunas veces se pierde el pelo, otras veces se descaman las manos y los pies, o puede salir acné, incluso hacerse llagas. Es importante conocer qué tratamiento recibimos, y qué efectos adversos podemos esperar, de manera de poder prevenirlos y mejorar la calidad de vida desde el inicio del tratamiento. Los problemas de la piel podrían interpretarse como “un mal menor”, pero el mal mantenimiento de la piel puede llegar a interferir con el tratamiento oncológico: por ejemplo, si hay una lesión en la piel favorecida por una mala prevención, esa piel no podrá irradiarse, o habrá que bajar la dosis, alterando el curso programado del tratamiento.
Este artículo se centra en el cuidado general de la piel en los pacientes oncológicos, pero no es un sustituto a una consulta con un dermatólogo ni con un especialista. Puedes aplicar los consejos que aquí te damos, pero si notas que alguno no te sirve, o hay cambios en tu piel que no reconoces, debes consultar con un médico.
Una vez que se sabe que comienzan los tratamientos es necesario hacer un mantenimiento diario de la piel para poder retrasar la aparición de efectos adversos, o disminuir su impacto. Si la piel ya está seca, agrietada, o descamada en el momento de la instauración de un tratamiento, es más fácil que se lesione a corto plazo. Y si está bien, pero no la cuidamos adecuadamente, aparecerán problemas antes o con más intensidad que haciendo un buen cuidado diario. La rutina de cuidado de la piel oncológica será similar a la de una piel muy sensible: escoger cuidadosamente los productos, evitar abrasiones, y utilizar fotoprotección.
Para la higiene del rostro conviene utilizar productos que estén indicados para rostro, o cuerpo y rostro, pero nunca utilizaremos productos que sólo estén indicados para el cuerpo. Para la higiene de la piel corporal conviene utilizar productos syndet (“jabón sin jabón”) ya que son menos irritantes que un jabón normal. Pediremos además que no tenga perfumes, que la fórmula sea muy minimalista para que no haya ninguna materia prima capaz de irritar la piel, y que tenga un pH neutro. En casos de sequedad extrema, se puede recurrir a un aceite de lavado en vez de a un syndet. Y si hay picor, existen jabones calmantes que complementarán los tratamientos correspondientes. En cualquier caso, fíjate que sea un producto testado en pacientes oncológicos, ya que los hay en el mercado. Si la piel estuviera muy lesionada o muy fragilizada es posible que te recomienden el uso de jabones antisépticos, pero no son jabones que se utilicen de rutina.
La temperatura del agua debe ser tibia, no muy caliente, y se debe evitar el uso de esponjas exfoliantes. También es conveniente acortar la ducha, y mejor ducha que baño. A la hora de secar la piel, una toalla de algodón aplicando toques en vez de frotando funcionará muy bien.
El segundo paso es el uso de cremas o lociones corporales. En los primeros estadios de los diferentes tratamientos oncológicos, cuando sólo se necesita un tratamiento ligero, es posible utilizar una loción fluida del tipo aceite-en-agua. Este tipo de texturas son fáciles de aplicar y se absorben con rapidez, facilitando el uso diario del producto. Pero si la sequedad empeora, como en el caso de una radiodermitis, es posible que haya que utilizar una crema agua-en aceite, o incluso una pomada, que aunque son más espesas pueden reparar mejor algunos tipos de lesiones. Puedes utilizar humectantes que contengan urea, ácido hialurónico, pantenol, o ceramidas, entre otros activos de interés. Y si te gusta lo natural puedes buscar cremas con aceite de oliva, aceite de aguacate, extracto de caléndula u otros agentes reparadores y calmantes, pero siempre busca que sean productos testados en pacientes oncológicos.
La crema o loción hidratante es mejor utilizarla después de la ducha, ya que al secar la piel con toques queda una cierta humedad residual que la crema podrá retener, aumentando la sensación de comodidad. Es importante que no sean texturas en gel, ya que el gel, aunque es cómodo y ligero de aplicar, no tiene la capacidad de evitar la pérdida de agua que tienen las cremas, por lo que no podrán retener esta agua y no notarás tanta mejoría.
Una vez que sales de la ducha y te aplicas la hidratante, toca vestirse. Dependiendo el tipo de tratamiento es posible que haya zonas más irritadas de la piel que otras: por ejemplo, las zonas irradiadas tienen más riesgo de irritación que las que no lo están, o frente a algunos medicamentos las manos y los pies pueden quedar muy sensibles. Por ello es mejor que la ropa que te pongas no sea muy apretada ni roce demasiado: incluso puede pasar que un roce que antes no notabas ahora puede irritar o lastimar si se produce en una zona muy sensibilizada. Un sencillo pañuelo evitará el roce de una tela rígida contra la piel del cuello, y calcetines y zapatos cómodos evitarán lesiones en el pie. En el caso que necesites más protección, existen cremas o apósitos de tipo film que crearán una barrera entre la piel y la ropa, evitando lesiones.
A la piel sometida a tratamientos oncológicos es necesario protegerla del sol. Lo primero es utilizar gorro y ropa adecuada, que se adapte a la temperatura ambiental pero que proteja la piel. Cuanto más cubra la prenda, cuanto más tupida sea la tela, y cuanto más oscuro sea el color, más protegerá. Y si quieres un método más “científico” para saber cuánto protege tu prenda, busca prendas con un UPF (número que se utiliza para saber cuánto nos protege una prenda del sol) de al menos 30.
Además de esta protección debes añadir una crema solar, para proteger del reflejo solar y para cuidar las zonas que quedan expuestas. Los fotoprotectores con SPF altos serán adecuados y siempre escogiendo entre marcas testadas en pacientes oncológicos.
Al igual que el resto de productos de belleza, pediremos que estén testados en pacientes oncológicos. Suelen ser maquillajes con alto poder cobertor, que permiten disimular muy bien las rojeces y reacciones que aparecen con la quimio o radioterapia. Las marcas que venden este tipo de productos hacen talleres para aprender a trabajar con ellos, de forma de sacarles el mejor partido posible.
El sudor puede cambiar mucho durante los tratamientos oncológicos: el propio tipo de cáncer, o la medicación oncológica, puede hacer cambiar el patrón de sudor. El uso de desodorantes para piel sensible está aceptado en la mayoría de situaciones. En el caso de los pacientes que se estaban tratando un cáncer de pecho con radioterapia solía recomendarse que no se utilizara desodorante ni antitranspirante, ya que se temía que la radiación volviera demasiado sensible a la piel, y se irritara. Pero estudios recientes han visto que no hay más riesgo de hipersensibilidad por el uso de desodorantes suaves, incluso si tienen aluminio, con lo que es posible utilizarlos en estos casos.
Si aún tienes dudas, y quieres probar una opción más inocua hasta hablar con el médico, el almidón mantiene la axila seca y es bueno para evitar la fricción.
El primer cuidado que tenemos que tener con las uñas es llevarlas limpias, cortas y bien limadas. Muchas veces habrá reacciones en la piel que cursen con picor, y si llevas las uñas largas puedes herirte al rascar, aumentando el riesgo de infecciones.
Cuando hay tratamientos oncológicos es muy posible que el crecimiento de las uñas se vea retardado o que la textura de la uña cambie, haciéndose más frágiles y quebradizas. Esto no requiere tratamiento alguno: será suficiente con utilizar esmaltes endurecedores y pegamento para reparar los fragmentos rotos.
Con algunos tratamientos existe el riesgo de paroniquia, una patología inflamatoria de la uña que puede ser dolorosa y llevar a infección en los alrededores de la uña. Puede prevenirse manteniendo una buena higiene, cuidando bien las uñas, utilizando zapatos y calcetines anchos, y, llegado el caso, utilizando antisépticos o antibióticos locales.
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